El miedo a lo desconocido y a las fuerzas del mal que amenazan al hombre bajo diferentes formas, le hizo buscar escudos defensores en los materiales de la naturaleza para protegerse a el mismo y su entorno.
El historiador Plinio, es el primero que data los amuletos, pero estudiosos de las culturas prehistóricas afirman su existencia ya entonces y llegan a nosotros, adaptándose a nuevas épocas y trasmitiendo a veces de formas insospechada.
Un amuleto es un objeto colocado sobre el cuerpo o prendido de la ropa, pero siempre a la vista, que otorga virtudes protectoras a aquel a quien lo porta.
Se destinará fundamentalmente a combatir un tipo de mal llamado mal de ojo o agüeyamientu. El dije utilizado contra este mal atraía la atención del agüeyador, descargando sobre aquél en lugar de la víctima su maleficio.
Los agüeyadores son los individuos que poseen esta propiedad, a veces de forma involuntaria en la mirada, y que pueden dirigir contra las personas, animales y cosechas.
Me acuerdo siendo pequeña, cuando una mujer mayor me miraba ; siempre decía “Dios te guarde”; no entendía para que necesitaba yo que me guardara Dios. De mayor comprendí que aquella mujer solo quería protegerme de un agüeyamientu involuntario por su parte.
Algunos amuletos significativos contra este mal fueron les figues de azabache. A este fósil se le atribuye desde la prehistoria, virtudes mágicas relacionadas con la fecundidad y con propiedades terapéuticas y protectoras
El color negro ahuyentaba a bruxes y agüeyadores. Una copla del perlindango en Cudillero dice:
Si tianis que ir sola
Al salir de nuachi
Por si atopas bruxas
Lleva el azebachi
La figa de azabache, aunque las hubo de cristal y cerámica, es utilizada hasta la actualidad. Su uso lo encontramos tanto en adultos como en los recién nacidos que en el pasado la recibían como regalo al nacer. Se le considera un amuleto genuinamente hispano, puesto que en otras culturas la mano aparece en posturas diferentes.
Hasta el siglo XVI hubo preferencia por el azabache, luego daría paso al coral , que se puso de moda, para de nuevo recuperarse en los siglos XVIII y XIX. Es precisamente desde el siglo XVII, cuando comienza a representarse la mano izquierda, que hasta entonces lo había sido la mano derecha.
Otro amuleto muy utilizado era la llamada piedra de lleche. Agatas blancas que servían lo mismo para las parturientas que para las vacas. A estas se les colgaban del cuello, para curar la mastitis y otras enfermedades de las ubres. Las mujeres las colgaban cerca de los pechos para obtener buena y abundante leche con que criar a sus hijos. Estas piedras en muchas ocasiones eran heredadas de madres a hijas.
El uso del coral bien en forma de figues o en ramines fue, después del azabache, de las mas utilizadas. El mas apreciado fue el de color rojo intenso conocido como flor de sangre que por las propiedades atribuidas, también se empleó como amuleto tanto por el pueblo llano como por los personajes de la corte española; así lo demuestran retratos pintados por Velázquez y Pantoja de La Cruz, de la familia real.
Al coral se le suponía desde la antigüedad poseedor de propiedades curativas y mágicas , tales como la preservación de la envidia o favorecer la cicatrización de heridas. Por tal razón, se llevaban no solo como sartas en los collares, sino que también se ponía a los niños para protegerlos de todos los males, en forma de rama o de cuerno, que es otra versión de “fascium”, de uso antiquísimo, que protegía y a su vez reforzaba la capacidad reproductiva.
Un amuleto menos conocido es la cruz de San Andrés, también conocida como Sampedra , piedra de la culebra o piedra de Santiago.
Es una quiastolita, que al ser cortada presenta en el centro una cruz. Se empleaba contra el agüeyamientu, mordeduras de serpiente, o colocadas debajo de las tejas de la casa protegía a esta de los rayos.
Autora: Silvia Suárez
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